Crónica de una vivencia en el paraíso - SUSTENTUR

Crónica de una vivencia en el paraíso

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Por: Vicente Ferreyra
Despierto; no sé la hora, pero tampoco importa. La Bahía del Espíritu Santo, en la parte sur de la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an, es de esos sitios donde el horario y las presiones pasan a segundo término.
Aún no amanece, pero ya puedo escuchar el trinar de las aves residentes y migratorias que hay en estas fechas del año. Aún en mi hamaca, recuerdo el recorrido que realizamos la tarde de ayer, entre los manglares de las lagunas internar de la Bahía, donde vimos águilas pescadoras, garzas de varios colores, ibis y hasta una chocolatera o espátula rosada. Las ocho horas de viaje desde Cancún (incluyendo casi tres en terracería) valieron la pena.
Voy viendo, desde mi rústica cabaña, como aclara el día. Estoy ansioso porque la cooperativa turística “Arrecifes de Sian Ka’an” de la comunidad de María Elena, nos enseñarán a pescar langosta de forma sustentable. Desayunamos y nos preparamos para pasar varias horas en el agua.
Hacemos snorkel en uno de los refugios pesqueros, zonas auto decretadas por los pescadores como «protegidas» donde ya no pescan pero aprovechan turísticamente. Vemos diversas especies de peces antes de dirigirnos a nuestro destino final: el área de sombras.
Las sombras, son estructuras de concreto que se colocan en el fondo del mar, y que las langostas utilizan para cubrirse del sol, ya que principalmente son especies nocturnas. Los pescadores bajan de la embarcación, se sumergen entre tres y seis metros para capturar la langosta con una vara que termina en un lazo.
IMG_8894IMG_8839José y Martín, pescadores que han estado en la zona por mucho años, nos cuentan que anteriormente la langosta se arponeaba, pero ahora, usan este lazo para evitar matarlas (comercializan langosta viva). Antes de salir a la superficie verifican que la langosta no tenga hueva, de ser así, es necesario liberarla para que cumpla su ciclo de reproducción. Una vez capturada miden el tamaño de la cola para asegurarse que cumple con el tamaño mínimo para la pesca (13.5 cm de cola). Esto, además del respecto a las vedas, hace sustentable la pesca de langosta, la única en el sur del país y orgullo de Quintana Roo.
Es hora de la pesca vivencial, es decir, experimentar el día a día un pescador. Unos con mayor facilidad que otros, nos sumergimos para tratar de lazar la cola de la langosta al primer intento, con la presión de que el que no pesca, no come.
Después de varios intentos, la pesca va dando resultado. Pescamos, medimos, guardamos las langostas, mientras nos movemos a varios sitios hasta reunir una buena cantidad para la comida. Esta majestuosa experiencia es engalanada desde el cielo por un arcoíris completo que nos acompaña durante todo el trayecto; no podemos pedir más.
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Regresamos a tierra donde nos recibe el olor a leña. Una vez cortadas, las langostas se marinan con sal, limón, ajo y pimienta y se fríen al calor de la madera, lo que le da un sabor especial al platillo.
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No les contaré del sabor, pueden imaginarlo a través de las fotos que les comparto, pero es espectacular.
No sé qué es más rico, la langosta en sí, el saber que fue pescada de forma sustentable, la satisfacción de haber pescado tu propia comida, o el ingrediente secreto, que Doña Rubí dice que es el ajo, pero les aseguro que algo de amor por su trabajo también tiene.
IMG_9117Después de la sobremesa, las hamacas nos envuelven por un rato. Es tiempo de descansar antes de ir nuevamente a observar aves; nunca me canso de eso. Por la noche, la langosta otra vez está presente en nuestra cena, esta vez en forma de ensalada. Al grupo se une Don José, fundador de la comunidad de María Elena, quien nos habla de la historia del lugar, sus fundadores y las familias que hoy lo habitan.
En la última noche en la comunidad no podía dejar de ir al muelle para contemplar el más estrellado que me ha tocado ver, ese que siempre está ahí, pero que no nos detenemos a observar, porque no hay tiempo, o porque la contaminación lumínica de la ciudad no nos lo permite. Mientras la luna llena se va elevando en el cielo, dormimos como angelitos, arrullados por el vaivén de la hamaca.
Al día siguiente, cruzamos en lancha de la comunidad de María Elena a Punta Herrero (aproximadamente media hora). Nos esperan los integrantes de la cooperativa “Lancheros de la Bahía”, para ir a conocer el barco hundido. Desayunamos ligero, subimos a las embarcaciones y nos dirigimos al sur pasando frente al faro, que tiene un nido de Águila Pescadora en la punta.
IMG_9295 (2)IMG_9260Llegamos a la zona del barco, muy cercana al arrecife. Daniel y Rodrigo nos explican que la embarcación transportaba maderas preciosas y encalló en la zona hace más de 50 años. Nos echamos al mar con el equipo de snorkel. Podemos apreciar las ruinas del barco, incluidas las calderas y las enormes hélices de los motores, además de la diversidad marina que ha hecho de los restos de la embarcación su casa.
Regresamos a tierra y emprendemos el regreso. Las ocho horas de viaje de vuelta se pasan rápido entre risas, anécdotas, reflexiones y un sentimiento de no querer dejar el sitio, pero prometemos regresar pronto. (Fotos: Sustentur) IMG_9203 (2)

Alianza por el Turismo azul

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