Pero, ¿en realidad estamos contra esta noble actividad que representa el 10% del Producto Interno Global, 7% de las exportaciones, que genera uno de cada 11 empleos en el mundo y mueve al año 1,235 millones de visitantes? ¿Y de una actividad que, bien gestionada, puede contribuir de forma importante a la conservación y al desarrollo social?
Definitivamente creo que no; sería una locura atentar contra un sector tan importante a nivel global, aunque en este momento son muchos más claros sus impactos negativos que positivos, que a veces nos cuesta evidenciar en lo local; en lo que sí estoy claro, es que estas manifestaciones de turismofobia están en contra de los abusos del turismo, y se dan en contextos en los que la evidencia de los mismos es clara y las afectaciones evidentes.
Imaginemos: usted vive en la misma ciudad donde vivieron sus antecesores desde hace varias generaciones: fueron pioneros, la han construido juntos, se preocupan por ella, pagan sus impuestos, se involucran en su mejora. Y de repente, esa ciudad empieza a volverse popular entre los turistas que se concentran en sitios específicos, tienen sus propias dinámicas y no generan problemas. Hasta ahí todo está bien, hay un equilibrio medianamente sano, o al menos, no hay invasión a lo que uno considera suyo.
Pero, ¿qué pasa cuando eso se transgrede?, cuando el costo de los productos y servicios se eleva, cuando llegan turistas en masa e invaden espacios públicos, cuando las obras ya no son para la población sino para el turismo, cuando tus vecinos de casa o apartamento, aquellos que conocías, rentan sus espacios y éstos se vuelven comunes y los inquilinos no respetan horarios, volúmenes, reglas básica, o cuando la vivienda que rentas se vuelve tan cara y tienes que salirte. Qué pasa cuando los espacios públicos se privatizan o se vuelven un Disneylandia para los turistas.
Ahí es donde empiezan los conflictos, y suena lógico, que los habitantes de estas ciudades – destinos vean a los turistas como sus principales agresores, como aquellos que han venido a cambiar su dinámica de vida, como aquellos quienes no son bienvenidos y a los que hay que expulsar de “nuestro” espacio.
¿Y eso es culpa del turismo? No, por favor. Defenderé siempre y en todo momento esta actividad que, insisto, es de las más nobles que conozco, detonadora de bienestar.
Entonces, ¿no hay “culpables”? Más que culpables, hablaría de responsables; y ahí entramos todos, porque el logro de un desarrollo sustentable es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros.
Nosotros como ciudadanos que nos volvemos apáticos y poco participativos; nosotros inversionistas que seguimos pensando en el negocio como hace décadas y no innovamos; nosotros los grupos sociales que radicalizamos (y ojo, no me refiero a defender los intereses sino radicalizar posturas); nosotros los funcionarios que actuamos de mala fe o lo peor, que no actuamos; nosotros los especuladores porque no nos importa degradar un sitio al máximo con tal de obtener una ganancia; nosotros los intermediarios que exprimimos al máximo al operador local; nosotros operadores locales que cedemos el negocio al 100% a los intermediaros; nosotros los encargados del marketing que seguimos creyendo que nuestra misión es solamente traer más turistas y no un mejor turismo; nosotros consultores que medimos la satisfacción de visitante y no del residente; nosotros los investigadores que tenemos información clave y no la compartimos; nosotros los medios que vendemos notas entre amarillas y rojas y no documentamos las acciones que generan bienestar; nosotros los guías que por obtener unos pesitos de más transgredimos las reglas y no vemos las consecuencias; nosotros turistas que muchas veces somos ignorantes de la situación local, y por llenar nuestro “bucket list” hacemos turismo irresponsable; nosotros, los directa o indirectamente involucrados con el turismo.
Así que les pido un favor: olvidemos la turismofobia; si leemos la definición de este concepto, una de las características de las fobias es un “miedo irracional hacia una situación concreta”.
Entonces, no seamos irracionales y no odiemos al turismo; tomemos nuestra responsabilidad y hagamos que los demás la tomen también, y convirtamos esto que sucede en una oportunidad para tener mejores condiciones en lo local (primero), mejores destinos y mejores turistas.
*Vicente Ferreyra Acosta, director de Sustentur Twitter: @vicenteferreyra/ LinkedIn: Vicente Ferreyra Acosta
