¿Qué tan duro e injusto es el trabajo de las camaristas en los hoteles para hacerlas sentir miedo? La respuesta nos las da el investigador Ernest Cañada durante su participación en el Sustainable & Social Tourism Summit, evento donde participó en representación de Alba Sud, asociación catalana especializada en investigación y comunicación para el desarrollo.
En los últimos dos años, Cañada ha desarrollado una investigación sobre el empleo turístico en España; y si bien en cada país la situación laboral es diferente, su mensaje invita a reflexionar sobre cómo se desarrolla esta realidad en México. “Sabemos que el trabajo en el turismo es duro y me gustaría llamarles la atención en diferentes aspectos”, dice.
El también comunicador social entrevistó a 120 personas, principalmente camaristas o recamareras, la mayor parte de ellas inmigrantes de países empobrecidos. A la par se reunió con especialistas para analizar sobre cómo lograr mayor responsabilidad y sustentabilidad en los empleos turísticos.
Para comenzar, nos alerta sobre el proceso de precarización del trabajo que se está produciendo de forma aguda a raíz de la crisis económica internacional y expone: “Se ha incrementado el número de habitaciones por día que deben limpiar (18 a 26 habitaciones, o más) y si no terminan no se pueden ir”. Lo anterior no se puede regular porque las habitaciones varían de tamaño en cada hotel. Muchas de ellas tienen que arrastrar el carro de limpieza de un edificio. A la par que prácticamente han desaparecido otras categorías profesionales en los departamentos de piso, como los valets, y cuyas tareas deben asumirlas las camaristas. No está en la mente de los interioristas o arquitectos el trabajo de las camaristas”. Explica que el interiorismo cambia según la moda, antes se usaban cortinas de baño, por ejemplo, y ahora se deben limpiar los vidrios templados de las regaderas para que no queden gotas, esto supone mayor esfuerzo.
Colectivo fragmentado
La mayor parte de las camaristas en España son mujeres de países empobrecidos que representan el 20-30% de la plantilla del hotel. “Son personas que trabajan en el umbral de la pobreza, que no logran jubilarse a la edad que les corresponde, pero que su trabajo es indispensable; las camaristas son el cuerpo central de un hotel. Un hotel puede tener un magnífico servicio de wifi o decoraciones de último diseño, pero sin las camaristas en realidad no funciona”.
El también investigador en el Centro de Análisis Sociocultural de la Universidad Centroamericana en Managua, Nicaragua, sugiere reflexionar sobre el trabajo informal en el sector turístico, sobre las condiciones de vida de las personas que trabajan fuera del marco legal. “Podemos observar que las camaristas no tienen contratos permanentes sino eventuales y no pueden cobrar horas extra; son parte de un colectivo fragmentado y vulnerable con diferentes tipos de contratos que incrementa la competencia entre ellas. Las divide”.
Muy alejado de la realidad queda el personaje de camarista de Jennifer López en la película Maid in Manhattan; las camaristas entrevistadas por Ernest Cañada experimentan un descuido en su salud física y psíquica. “Al final de la jornada están agotadas. Sufren dolor intenso por los golpes resultados de la prisa y estrés que representa el terminar a tiempo. Muchas de ellas tienen que ser operadas de las lumbares y de las manos. Sus bolsas están llenas de medicamentos para aguantar la jornada con ansiolíticos, bebidas energéticas, antiinflamatorios y en la noche se vuelven a medicar para poder descansar”, describe.
Otro punto por considerar actualmente en los empleos turísticos es la dinámica de externalización que ha supuesto procesos graves. Se contratan empresas (outsourcing) para que se hagan cargo de los servicios. “Las camaristas no tienen derecho a saber con anticipación que días van a trabajar. Gracias a estas empresas se ha perdido la categoría profesional, para ser categorizadas como peones o limpiadoras”.
La última investigación de Cañada, traducida en varios artículos y dos libros, ha logrado dar voz a las trabajadoras del sector. En España ha sido un instrumento de movilización para centenares de recamareras que han logrado visibilizar la degradación de sus condiciones.
“La palabra más repetida que escuché en las entrevistas que hice fue miedo; miedo a no acabar de limpiar el mínimo de habitaciones, miedo a dar su nombre, miedo a pedir permiso para ir al médico. En este punto podemos observar la falta de derechos fundamentales que sufren las camaristas; por ello tenemos que poner al centro de la discusión la idea del trabajo digno y decente si de verdad apostamos por un turismo responsable y sustentable”. (Texto: Rosi Amerena/ Sustentur)
